"Creo
que mucha gente esta noche se conmovió con lo que dijo, con las
canciones que interpretó, con el video en las pantallas... con la imagen
del niño israelí y el palestino del brazo... ¡Qué barbaridad! Todo
mundo alrededor mío estaba llorando. Porque todos quieren vivir en ese
mundo. Todo mundo está cansado de que las cosas sean como suceden."
-Michael Moore opinando del concierto de Madonna en Nueva York (2004)-
De todos los alter-egos de Madonna, la estrella pop estudiosa del Cábala es el menos popular entre sus fans por razones diversas. No es difícil adivinar el por qué luego de ver un par de veces el documental I’m Going To Tell You a Secret, el que narra en forma cronológica las experiencias de la más famosa estrella femenina durante su sexta gira realizada en el 2004 (Reinvention Tour).
Luego de dos décadas en el show biz, la cantante poco tenía que probarle al mundo. Para ese año era ya la máxima vendedora de álbumes y singles y estaba en el camino de romper sus propias marcas.
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Madonna interpretando el gran éxito 'Like a Prayer' durante la gira Reinvention Tour, documentada en esta película. |
Aparentemente, los números y éxito comercial poco le importaban durante ese año a una Madonna sumergida en misticismo. Si Ray of Light significó el matrimonio entre yoga, espiritualidad y música tecno, el disco American Life (el que promovió durante este tour) trataba de asuntos aún más personales relacionados con la familia, su matrimonio y su recién recargada visión de lo intangible.
Esto le hizo tener otro súbito ataque de mojigatería pública. De esta forma, la una vez reina del sexo y la controversia era ahora la promotora número uno en Hollywood del antiguo culto cuya filosofía afirma mejorar la vida de la persona y brindarle respuestas que le llevarán a perder el miedo a la muerte, así como sortear todo tipo de dificultades.
I’m Going to Tell You a Secret tiene una clara premisa: el mundo del pop puede ir de la mano de cualquier renacer espiritual. La rebeldía latente en el inolvidable Truth or Dare está casi ausente en este filme y en su lugar se respira, al menos en la superficie, una mayor sabiduría y paz.
Con bastante ingenuidad y para otros con mucho cinismo, esta famosa mujer no se reprime al hablar abiertamente de sus preferencias en materia de búsqueda espiritual. Ella lo pone de esta manera: no temo que me tachen de loca, ya que de todos modos siempre dijeron eso de mí.
La Reina del Pop, con todo y sus ideas en ocasiones repetitivas sobre política y misticismo, luce hermosa y demuestra que al menos en su caso, este cambio de vida funcionó a la perfección. Por fortuna para sus millones de fans, esto no significó sacrificio alguno en cuestión de imagen o música, salvo que la hizo mostrarse más discreta en relación con encarnaciones anteriores, y componer temas un poco más introspectivos, pero manteniendo siempre esa vibra bailable que caracteriza su música.
I’m Going to Tell You a Secret pretende transmitir insistentemente un par de mensajes claros y poderosos:
1. La paz interior es más importante que el éxito financiero y profesional
2. El cultivar tu espiritualidad puede obrar maravillas en tu vida.
Tales ideas son poco valoradas en el mundo actual, pero Madonna quiere que sus fans sepan cuán importante es esto. Claro, ella no está dispuesta a deshacerse de su ego del todo, ni de sus millones de dólares. Su renacer va acompañado de un físico impresionante, demostrando que la mente sana también se refleja en el exterior aun con cirugías y tratamientos de $5 mil dólares por hora incluidos.
El segmento donde su padre es entrevistado casi aniquila todo vestigio del encanto anárquico que la caracteriza. La mujer cuyos videos fueron prohibidos por MTV, condenada por el absurdo Juan Pablo Segundo por sus shows polémicos y protagonista de cientos de controversias, de repente es una hija afable, se muestra relajada, canta un sentido tema acerca de sus padres y complace al señor Ciccone, quien afirma (¡por supuesto!) que prefiere a este personaje público que aquél que se paseaba en baños de cines porno gay e hizo encender la ira de grupos conservadores con su libro Sex y varios de sus proyectos artísticos.
Si en Truth or Dare el momento cuando habla de su madre y Sean Penn revelan por momentos a la verdadera Madonna, en I’m Going to Tell You a Secret son algunos breves instantes los que exhiben su psique sin adornos. Entre ellos está el momento cuando lee un ingenuo pero sentido poema donde habla de ella misma y el trabajo artístico que realiza, escena que da pie a la tremenda confesión que hizo titulares en la prensa: en algún momento consideró divorciarse de Guy Ritchie, cuando recién se casaron.
Esto terminó sucediendo finalmente, pero al menos fue en términos más que civilizados. Sea como sea, musicalizar un asunto tan personal con el tema Xstatic-Process es un gran acierto dentro del filme.
El tema se torna serio cuando habla de cómo la Cábala le ayudó a estabilizar su vida y sus emociones. Permanecer cuerdo con semejante nivel de fama es una tarea titánica, que ella ha logrado con total éxito. El trabajo de edición nuevamente brilla y este momento íntimo es aderazado placenteramente con Lament, número en vivo donde presume su voz y fascina a la audiencia.
Luego de afirmar que cantar en Irlanda significó para ella como estar en una zona de guerra (otro tremendo despliegue de ego con tan absurda comparación), la estrella emigra a París y se relaja (y aburre momentáneamente a sus bailarines) con la música de una pianista llamada Katia. Finalmente Madonna se despide de su equipo en Portugal y el mensaje de la película se potencializa y cobra nueva vida, con algunas acertadas palabras por parte de la estrella.
Basta resumir su discurso en lo más acertado que jamás ha dicho en su existencia: cuando termine esta gira y salgan al mundo exterior, espero que tengan más compasión por otros seres humanos y sean más responsables de sus acciones y palabras. Porque sin esto, sus dones y talento significan nada.
Sorprendenteme, la diva del pop que gusta de hablar mal de sus colegas más famosas, aquella que en pleno 2015 se niega a ceder su trono, también encontró tiempo para transmitir un mensaje entrañable que puede ser de mucha utilidad para cualquier ser humano. Ello no tiene que ver con política o religión alguna, sino con una conciencia personal que exige apartarse de la locura del mundo actual y volver a lo esencial. Emulando el título de un gran éxito de la banda Enigma, sería "regresar a la inocencia".
La súper estrella no se conforma con dejar palabras a medias y viaja a Israel para participar en un evento del Cábala, el que incluye una conferencia en la gala Spirituality For Kids.
Las crueles escenas que hemos presenciado en los dos años recientes del conflicto entre Israel y Palestina, en el que miles de ciudadanos palestinos inocentes han sido masacrados, muchos niños incluidos, apenas ha bastado para que el mundo vea esta conflicto con la seriedad que se requiere. La sangre derramada, la atrocidad y maldad extrema presentada en gráficas y videos debería servir para despertar la conciencia de los miles de millones de seres humanos en este planeta.
Los últimos pensamientos de Madonna en el documental se refieren a la niñez y la forma como los pequeños enseñan a los adultos a amar sin condiciones y ver el mundo con ojos de amor y bondad. Estas no deberían ser palabras ridículas ni cursis. Al contrario, son ideas que, aunque incompatibles con política internacional, deberían ser recordadas a diario por todos y cada uno de los habitantes del planeta.
Mientras un caballero llamado Elías Jabour, Director de un Centro de Paz para la conciliación entre Israel y Palestina, reafirma la importancia de que figuras tan famosas hablen a favor de la paz entre estos dos pueblos, las palabras de Madonna son musicalizadas con su propia versión de Imagine, de John Lennon y aderezadas con crudas y desgarradores imágenes de infantes pagando las consecuencias de nacer en un mundo que poco se preocupa por sus herederos y los condena a todo tipo de abusos y sufrimiento apenas abren sus ojos.
El mundo real se combina con la visión utópica de la cantante, al mostrar a un niño israelí y otro palestino del brazo, jugando con una pelota de fútbol. La estrella que impactó a todos con sus fotografías pornográficas en 1992 al lado de otros famosos y con sus videos y shows cargados de lujuria, está ausente en estos instantes. En su lugar aparece un ser humano con sentidas palabras y una conciencia social, al menos en apariencia, poco habitual en el medio del espectáculo.
El documental no obtuvo el éxito comercial de su predecesor Truth or Dare. Era lógico y de esperarse: después de todo Madonna promocionaba su disco con menos ventas de toda su carrera durante esta etapa y sus creencias religiosas no eran del todo bien recibidas por el públicos. Aún así la gira fue otro gran éxito y la película obtuvo buenas críticas luego de su estreno en televisión.
I’m Going To Tell You a Secret acierta en muchos aspectos. Es una obra disfrutable, profunda e interesante. No se puede ignorar el narcisismo natural de Madonna, quien pretende “despertar a la gente y hacerlos tomar conciencia de muchos asuntos”, de acuerdo con sus propias palabras. Pero al menos este narcisismo sirvió para inspirar a sus millones de fans durante esta etapa.
Los momentos conmovedores abundan, aunque tal vez ninguno se equipare a la visita a la tumba de su madre en Truth Or Dare. Es injusto comparar, sin embargo, ya que en IGTTAS esos instantes tienen luz propia y lo mismo abren el diálogo y logran que más de un espectador reflexione sobre el tema de la paz no sólo en el Medio Oriente, sino en todo el mundo, una utopía que tal vez jamás se materialice, para tristeza de los soñadores e idealistas.
Aun así, escuchar las palabras del gran Rav Ashlag es gratificante, aunque esto tiene aún un ligero tono de controversia: cándidamente la cantante y productora confiesa que su idolatría por figuras como Elvis Presley y Jim Morrison ha quedado en el pasado, y ahora prefiere visitar la tumba del rabino cuyos textos reflejan una gran belleza.
Quedémonos por lo pronto con este filme y tal vez las palabras de la diva más influyente del pop cobren un nuevo significado: la luna llena sale apenas llega al escenario. Y claro, Paradise (Not For Me) jamás había sonado tan cautivante y conmovedora, como en los créditos finales.
¿El final? En definitiva no… Justo cuando piensas que ya todo acabó una nueva historia se escribe, con mejor guión que la anterior.
Agosto 20, 2015
I'm Going to Tell You a Secret
Estados Unidos, 2005
Maverick Films
Producida por: Madonna, Bill Pohlad, Susan Applegate, Angela Becker, Shelli Jury
Distribuida por MTV
Dirigida por Jonas Akerlund
Protagonistas: Madonna, su equipo de bailarines, familia y amigos
Fotografía: Eric Broms
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'Vogue', el espectacular primer número musical del documental "I'm Going to Tell You a Secret". |
I’m Going to Tell You a Secret pretende transmitir insistentemente un par de mensajes claros y poderosos:
1. La paz interior es más importante que el éxito financiero y profesional
2. El cultivar tu espiritualidad puede obrar maravillas en tu vida.
Tales ideas son poco valoradas en el mundo actual, pero Madonna quiere que sus fans sepan cuán importante es esto. Claro, ella no está dispuesta a deshacerse de su ego del todo, ni de sus millones de dólares. Su renacer va acompañado de un físico impresionante, demostrando que la mente sana también se refleja en el exterior aun con cirugías y tratamientos de $5 mil dólares por hora incluidos.
El segmento donde su padre es entrevistado casi aniquila todo vestigio del encanto anárquico que la caracteriza. La mujer cuyos videos fueron prohibidos por MTV, condenada por el absurdo Juan Pablo Segundo por sus shows polémicos y protagonista de cientos de controversias, de repente es una hija afable, se muestra relajada, canta un sentido tema acerca de sus padres y complace al señor Ciccone, quien afirma (¡por supuesto!) que prefiere a este personaje público que aquél que se paseaba en baños de cines porno gay e hizo encender la ira de grupos conservadores con su libro Sex y varios de sus proyectos artísticos.
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Madonna con su padre, el señor Silvio Ciccone. |
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Guy Ritchie, el ex-esposo de Madonna, quien juega un rol importante en este filme. |
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Rocco, el segundo hijo de Madonna, a los cuatro años de edad. |
El tema se torna serio cuando habla de cómo la Cábala le ayudó a estabilizar su vida y sus emociones. Permanecer cuerdo con semejante nivel de fama es una tarea titánica, que ella ha logrado con total éxito. El trabajo de edición nuevamente brilla y este momento íntimo es aderazado placenteramente con Lament, número en vivo donde presume su voz y fascina a la audiencia.
Luego de afirmar que cantar en Irlanda significó para ella como estar en una zona de guerra (otro tremendo despliegue de ego con tan absurda comparación), la estrella emigra a París y se relaja (y aburre momentáneamente a sus bailarines) con la música de una pianista llamada Katia. Finalmente Madonna se despide de su equipo en Portugal y el mensaje de la película se potencializa y cobra nueva vida, con algunas acertadas palabras por parte de la estrella.
Basta resumir su discurso en lo más acertado que jamás ha dicho en su existencia: cuando termine esta gira y salgan al mundo exterior, espero que tengan más compasión por otros seres humanos y sean más responsables de sus acciones y palabras. Porque sin esto, sus dones y talento significan nada.
Sorprendenteme, la diva del pop que gusta de hablar mal de sus colegas más famosas, aquella que en pleno 2015 se niega a ceder su trono, también encontró tiempo para transmitir un mensaje entrañable que puede ser de mucha utilidad para cualquier ser humano. Ello no tiene que ver con política o religión alguna, sino con una conciencia personal que exige apartarse de la locura del mundo actual y volver a lo esencial. Emulando el título de un gran éxito de la banda Enigma, sería "regresar a la inocencia".
La súper estrella no se conforma con dejar palabras a medias y viaja a Israel para participar en un evento del Cábala, el que incluye una conferencia en la gala Spirituality For Kids.
Las crueles escenas que hemos presenciado en los dos años recientes del conflicto entre Israel y Palestina, en el que miles de ciudadanos palestinos inocentes han sido masacrados, muchos niños incluidos, apenas ha bastado para que el mundo vea esta conflicto con la seriedad que se requiere. La sangre derramada, la atrocidad y maldad extrema presentada en gráficas y videos debería servir para despertar la conciencia de los miles de millones de seres humanos en este planeta.
Los últimos pensamientos de Madonna en el documental se refieren a la niñez y la forma como los pequeños enseñan a los adultos a amar sin condiciones y ver el mundo con ojos de amor y bondad. Estas no deberían ser palabras ridículas ni cursis. Al contrario, son ideas que, aunque incompatibles con política internacional, deberían ser recordadas a diario por todos y cada uno de los habitantes del planeta.
Mientras un caballero llamado Elías Jabour, Director de un Centro de Paz para la conciliación entre Israel y Palestina, reafirma la importancia de que figuras tan famosas hablen a favor de la paz entre estos dos pueblos, las palabras de Madonna son musicalizadas con su propia versión de Imagine, de John Lennon y aderezadas con crudas y desgarradores imágenes de infantes pagando las consecuencias de nacer en un mundo que poco se preocupa por sus herederos y los condena a todo tipo de abusos y sufrimiento apenas abren sus ojos.
El mundo real se combina con la visión utópica de la cantante, al mostrar a un niño israelí y otro palestino del brazo, jugando con una pelota de fútbol. La estrella que impactó a todos con sus fotografías pornográficas en 1992 al lado de otros famosos y con sus videos y shows cargados de lujuria, está ausente en estos instantes. En su lugar aparece un ser humano con sentidas palabras y una conciencia social, al menos en apariencia, poco habitual en el medio del espectáculo.
El documental no obtuvo el éxito comercial de su predecesor Truth or Dare. Era lógico y de esperarse: después de todo Madonna promocionaba su disco con menos ventas de toda su carrera durante esta etapa y sus creencias religiosas no eran del todo bien recibidas por el públicos. Aún así la gira fue otro gran éxito y la película obtuvo buenas críticas luego de su estreno en televisión.
I’m Going To Tell You a Secret acierta en muchos aspectos. Es una obra disfrutable, profunda e interesante. No se puede ignorar el narcisismo natural de Madonna, quien pretende “despertar a la gente y hacerlos tomar conciencia de muchos asuntos”, de acuerdo con sus propias palabras. Pero al menos este narcisismo sirvió para inspirar a sus millones de fans durante esta etapa.
Los momentos conmovedores abundan, aunque tal vez ninguno se equipare a la visita a la tumba de su madre en Truth Or Dare. Es injusto comparar, sin embargo, ya que en IGTTAS esos instantes tienen luz propia y lo mismo abren el diálogo y logran que más de un espectador reflexione sobre el tema de la paz no sólo en el Medio Oriente, sino en todo el mundo, una utopía que tal vez jamás se materialice, para tristeza de los soñadores e idealistas.
Aun así, escuchar las palabras del gran Rav Ashlag es gratificante, aunque esto tiene aún un ligero tono de controversia: cándidamente la cantante y productora confiesa que su idolatría por figuras como Elvis Presley y Jim Morrison ha quedado en el pasado, y ahora prefiere visitar la tumba del rabino cuyos textos reflejan una gran belleza.
Quedémonos por lo pronto con este filme y tal vez las palabras de la diva más influyente del pop cobren un nuevo significado: la luna llena sale apenas llega al escenario. Y claro, Paradise (Not For Me) jamás había sonado tan cautivante y conmovedora, como en los créditos finales.
¿El final? En definitiva no… Justo cuando piensas que ya todo acabó una nueva historia se escribe, con mejor guión que la anterior.
Agosto 20, 2015
I'm Going to Tell You a Secret
Estados Unidos, 2005
Maverick Films
Producida por: Madonna, Bill Pohlad, Susan Applegate, Angela Becker, Shelli Jury
Distribuida por MTV
Dirigida por Jonas Akerlund
Protagonistas: Madonna, su equipo de bailarines, familia y amigos
Fotografía: Eric Broms