Septiembre 28, 2014
El hecho que el director de Chained sea mujer es una de las tantas sorpresas que esta película ofrece. De vez en cuando aparece un filme con suficiente carga emocional para que la audiencia se formule preguntas y despierte su conciencia, o por lo menos intente ampliarla.
El hecho que el director de Chained sea mujer es una de las tantas sorpresas que esta película ofrece. De vez en cuando aparece un filme con suficiente carga emocional para que la audiencia se formule preguntas y despierte su conciencia, o por lo menos intente ampliarla.
Chained es una película de horror en el más extenso sentido de la palabra. La historia de un perturbado taxista se desgrana durante casi 100 minutos y viaja desde la infancia de este callado hombre, Bob, hasta los acontecimientos actuales.
Bob es un asesino serial de mujeres indefensas, ya sean éstas amas de casa, prostitutas o aventuras de una sola noche. La desventura de cada una de ellas comienza desde el instante que entran a su morada, oscura y llena de secretos como su mente y alma. Pero en su camino encuentra un involuntario cómplice y alumno personificado en un niño.
Tal parece que la sociedad moderna, el mundo actual y el sistema putrefacto han encontrado un blanco perfecto para descargar su furia, maldad e inmoralidad: los niños y niñas indefensos. La directora Jennifer Lynch genialmente juega con la mente del espectador y ofrece una metáfora perfecta sobre la sociedad quebrada en la que vivimos. De esta forma, Tim, un pequeño de nueve años, se convierte en la compañía, esclavo y mascota de Bob luego que éste asesina a sangre fría a su madre (Julia Ormond). De la noche a la mañana el mundo que Tim conocía, el de cualquier jovencito de esa edad, se transforma en una pesadilla claustrofóbica.
El nuevo nombre de Tim ahora es Rabbit (de hecho este fue el título original de la película). Y como conejo huyendo del cazador, el joven crece tratando de escapar de la vida de tortura que le es heredada: encadenado a una simple mesa, observa en silencio cómo Bob martiriza y abusa de diversas mujeres antes de matarlas en formas bastante violentas, tal como sucedió con su madre.
La cinematografía de Chained (sombría y con una mezcla de tonos verdes y sepia) atrapa los sentidos del cinéfilo y lo adentra en el universo de miseria, tristeza y terror que Lynch describe magistralmente. Vincent D’Onofrio (Bob) se desdobla completamente y se entrega en cuerpo y alma para ofrecer nuevamente una actuación impecable, la cual le valió el premio al Mejor Actor en el prestigiado Festival de Sitges (España).
Por su parte, el novel actor Eamon Farren logra un trabajo convincente y puro y refleja en su dolor todo lo que el espectador calla, pero no se atreve a dejar ir del todo: la amargura al leer las noticias del día a día y ver que un niño de cuatro años fue asesinado a golpes por sus propios tíos por no saber contar del 1 al 10. La tristeza al presenciar la impunidad de las autoridades ante los abusos sexuales de los sacerdotes de la Iglesia Católica, o simple y sencillamente el drama que viven millones de mujeres en todo el planeta, las cuales son condenadas a muerte por el simple hecho de serlo (Ciudad Juárez, México, es un perfecto ejemplo de ello).
Rabbit encarna todo ese padecimiento, locura e impotencia. Ante sus ojos, el único mundo que conoce, el de la maldad, transgresión y anárquica violencia, transcurre lentamente como una cruel película de terror sin fin. Su cadena se convierte en un cordón umbilical que lo une irremediablemente a Bob, quien eventualmente le transmite y enseña sus atroces lecciones. Para sobrevivir, el joven tendrá que matar también.
Las secuencias de brutalidad contra las mujeres son especialmente grotescas y perturbadoras. Jennifer Lynch expresó que su deseo era abrir un diálogo honesto acerca de la violencia doméstica y abuso en general. La audiencia más perspicaz y aguda definitivamente captó esta intención con simplemente preguntarse el porqué de tanta fealdad en pantalla. Esta interrogante lleva a abrir la mente y finalmente a comprender el subtexto de la historia a la perfección.
El personaje de Rabbit, a pesar del calvario vivido, se niega a ser un homicida como su autoimpuesto tutor, pero finge para conservar su propia vida. La escena en la cual una joven de 18 años suplica y lucha psicológicamente con todas sus fuerzas para escapar de su propia muerte, altera y quita el sueño. Lynch logra su cometido y Chained se aparta del resto de las tontas películas de asesinos con arma filosa en mano para ofrecer un retrato crudo y mordaz de la doble moral y los más oscuros secretos que la sociedad moderna vive y guarda.